Los mal nacidos y Fandillo. Las estadísticas de Ponce y Morante. Por Antonio Rodríguez

IAM/AR Antes de meterme en faena quiero dedicar un recuerdo y maldecir a las reatas por parte de sus padres y madres a los que engendraron a tantos mal nacidos antitaurinos que están haciendo escarnio por la muerte de Ivan Fandiñ, lo que me lleva a la conclusión de que las putas también paren.

Y tras este desahogo inicial que va en plan suave por respeto a los lectores ya que se merecen mucho más, paso a ocuparme de dos de los grandes protagonistas de la feria taurina de Algeciras como son Ponce y Morante, partiendo del respeto y admiración que me merecen los otros cuatro que completan los carteles como con Manzanares, Cayetano, Garrido y Galvez.  Y antes de seguir dejar constancia de que el trono del toreo lo ocupa desde que tomó la alternativa allá por el  Julián López “El Juli” el gran ausente de cualquier feria que se precie .Ponce y Morante, dos grandes figurones del toreo de distintos cortes que dejando hablar a los números arrojan estadísticas muy dispares.

 

PONCE EN EL LIBRO GUINES

Enrique Ponce es un torero asombrado de sí mismo. Pasmado ante los récords que ha logrado sin aparente esfuerzo a lo largo de sus 25 años de carrera. Su trayectoria no tiene precedentes en la historia de la tauromaquia y las cifras son de libro Guinness. Desde que el 16 de marzo de 1990 tomara la alternativa en la plaza de Valencia, de manos de Joselito, ha toreado más de 2.200 corridas que, según sus propios cálculos, equivalen a 5.000 morlacos. Durante 10 años consecutivos (1992-2001) superó las 100 corridas por temporada, llegando a un tope de 120 en 1995. Es el diestro que más toros ha indultado (42) y más alternativas ha dado (62). Ha toreado todos los encastes (incluidos 50  victorinos) y se ha medido con todos los grandes del firmamento taurino (Espartaco, Joselito, César Rincón, José Tomas), sobreviviendo a todos por la vía de la constancia. Y todo sin hacer ruido, ganándose el respeto y la admiración de una afición que tardó en apreciar su difícil facilidad.

Es incombustible. “Escucho esas cifras y yo mismo me quedo impresionado”, afirma el valenciano de Chiva (8 de diciembre de 1971). “Las interpreto como una consecuencia de mi larga y exitosa trayectoria, pero nunca he perseguido una meta que fuera más allá de torear buscando la perfección”. A sus 43 años, se arrima más que nunca y su salida por la `puerta grande el último San Isidro de claro su momento.

 

MORANTE DISTINTO Y DISTANTE

Estadísticas que están en contra de Morante, incluida la plaza de toros de Algeciras  donde no hemos tenido suerte con Morante, y aunque puntuar, contar trofeos salir a hombros redondean la carrera de un torero y su cartel, ya que no cabe duda de que los números cuentan, también es cierto que en el toreo dos y dos no son siempre cuatro, y que de Morante se puede decir que está por encima del bien y del mal y nada tiene ya que demostrar dado el aroma que desprende su toreo, que le hacen seguir ocupando un lugar de privilegio y ser un torero al que más apetece ver dada la grandeza de su toreo y de ahí que todos soñamos con ver a Morante en la plenitud de su toreo como la describe Zabala de la Serna en una de sus crónicas: “El dios callado de la verónica volvió a despertarse con voz de trueno en Morante. Los oles retumbaban contra la cúpula del moderno coso cubierto como estallidos. En cada embroque mecido y despacioso rugían volcanes.

La media verónica se elevó, cuando se hundía, como un monumento al toreo.  José Antonio Morante compuso una sinfonía de verónicas en el quite. Una pieza de diez a compás, una tras otra  encadenadas, unidas por el ritmo, el pecho henchido. En la obertura de faena dibujó tres trincherazos como carteles. Como ya quisieran muchos carteles. El pase de la firma llevó la rúbrica del genio. En redondo el tiempo fue un reloj de arena. Curvo el trazo, el mentón clavado, la plomada de la belleza.

De aquella serie de seis derechazos y el de pecho la buena embestida salió con el aliento contado. Morante exige mucho a los toros aunque no lo parezca. Quedó con una placidez el viaje del toro como para que el torero de La Puebla cuajase una tanda al natural para la memoria. Una tanda de cuatro formidables y un quinto para la eternidad., lo cuadró con unos sabrosos y codilleros ayudados por alto y lo mató  y las orejas fueron a parar a las manos de Morante de la Puebla con el peso de lo auténtico. El peso de la eternidad”

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