La memoria del flamenco campogibraltareño renace en el parque de la mano de Mujer Klórica

Era de justicia que José Manuel León y Alicia Carrasco ocuparan el lugar que merecían en el marco del tributo que Algeciras dedica cada verano a Paco de Lucía. Y no sólo lo era por la trayectoria y calidad artística de los dos algecireños, que les sitúa con méritos propios a la altura del cartel de la cita veraniega del parque María Cristina, sino también por lo que representan en la estela musical que el genio de La Bajadilla dejó en lo que se ha dado en llamar la escuela de guitarra de Algeciras.

Y no sólo estuvieron a la altura del evento, sino que además lo inauguraron con un espectáculo hermoso y reivindicativo, que supo desentrañar todo el espectro flamenco que el Campo de Gibraltar destilaba en la época previa a Paco de Lucía y en la de su niñez. Un vídeo servía de preámbulo a las voces y ecos que se iban a rememorar sobre las tablas. Angoli, Pepe el Sevillano, Corruco, Rafael el Tuerto, El Chaqueta, Tío Mollino o Flores El Gaditano. Si Paco de Lucía confesó siempre que aquel ambiente flamenco de su niñez fue el que inspiró su música durante toda su vida, no podía haberse parido un espectáculo que de forma más certera homenajeara al genio de las seis cuerdas. Una recreación de las esencias que marcaron la vida y la música de Paco de Lucía, pero también un desplante sobre el escenario de todo el patrimonio histórico del flamenco campogibraltareño. Un alegato a los bienes de la tierra.

La voz rajada y flamenca de Alicia Carrasco abría el espectáculo con una malagueña de la Peñaranda a ritmo abandolado, que ya presagiaba la tónica que iba a presidir la actuación, recreando cantes clásicos a través del virtuosismo certero de José Manuel León y de los compases vertiginosos de Ruven Ruppik a la batería. Tradición y vanguardia. Respeto y desobediencia. Una seña de identidad sobre el escenario que bebe directamente del manantial que dejó la idiosincrasia musical de Paco de Lucía.

Sería por soleá cuando empezó a sonar redonda e inapelable la voz de Alicia Carrasco. Una soleá que, evocando los cantes de Angoli, comenzaba el recorrido que los algecireños iban a marcar durante toda la noche por los grandes maestros de lo que la cantaora llamó la época “preluciana”. Una soleá que en su nombre, La Alegría del Batallón, ya hacía referencia a la forma en la que Antonio Sánchez Pecino llamaba a las reuniones que los artistas de la época tenían al calor del flamenco de la posguerra.

El guion estaba perfectamente escrito, y ya sólo restaba dejarse llevar. Continuó con un guiño a los tientos de Rafael El Tuerto, la extraordinaria creación del cantaor de San Isidro, que Alicia Carrasco se llevó al terreno de la musicalidad y el compás contemporáneo. O los fandangos de Corruco, rara avis entre los cultivadores de este palo, que sonaron refrescados y vivos en la voz de la cantaora algecireña. O las siguiriyas de Tío Mollino, una de las formas más sublimes de las que se cuentan los registros sonoros de este estilo, y de las que Alicia se acordó también recomponiéndolas dentro de la musicalidad y el ritmo del espectáculo.

Pero el guion no sólo se iba a detener en evocaciones. La propia personalidad musical de los padres de Mujer Klórica iría dejando sobre la noche del parque pequeñas piezas de originalidad y belleza. Como el romance que Alicia Carrasco dedicó a las 13 rosas, bajando del escenario y cantando junto al público al tiempo que iba repartiendo rosas blancas. O las incursiones en el escenario de Rosario Toledo, bailaora gaditana que aportó su vanguardismo provocador y su plasticidad en varios de los temas. Alegrías, bulerías, tangos o guajiras fueron sonando dentro del universo musical de Alicia y José Manuel.

Y los bienes de la tierra. Que iban reivindicándose entre tema y tema. Como sucedió con la entrada en el escenario del grupo de chacarrá de Tarifa, que dejó una tanda de fandangos camperos y abandolados, como una muestra más de las esencias telúricas que describen la tradición flamenca de nuestra tierra. O la tanda de fandangos, en la que también se evocó la memoria de Pepe el Sevillano, el cantaor que viniera a Algeciras desde Écija y que dejara aquí una saga de artistas, la mayoría de ellos anoche en el escenario. Un momento de recreación de la propia tradición familiar de José Manuel León, en la que no podía faltar la sonanta de Salvador Andrades, o la voz de su hermana Pastora, que acompañó en los coros durante toda la noche.

Una noche emotiva y hermosa de tributo al flamenco campogibraltareño, que encontró su cierre perfecto en un fin de fiesta por rumbas, con El Tururú de Flores El Gaditano, el único superviviente de aquella generación de artistas de la zona que fraguó en su batallón de la alegría el germen musical y sentimental del que terminaría siendo el mejor guitarrista de todos los tiempos.

Paco de Lucía sentenció en una de sus entrevistas: “Uno es lo que es en su niñez, y yo en mi niñez estaba rodeado de flamencos. Mi padre se iba a buscar la vida por la noche a las fiestas y siempre amanecía en casa con flamencos. Y eso pasó allí, en mi niñez, en Algeciras”… José Manuel, Alicia… gracias.

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