Raimundo Amador recorre todos los rincones del flamenco y el rock gitano de sus 60 años de música

El Encuentro Internacional de Guitarra Paco de Lucía siguió en su segunda jornada de la noche del jueves por su senda ya tradicional. La de los viejos maestros que compartieron trayectoria y vivencias con el genio de Algeciras, y la de los músicos que estuvieron con él en el escenario y que obran el milagro de revivirlo a través de su música.

Y así fue como comenzó la fiesta en el parque. Con un preámbulo de 45 minutos de auténtico lujo sobre las tablas: Antonio Serrano, el que fuera vientos de Paco de Lucía en los últimos años; Antonio Sánchez, sobrino de Paco y escudero del maestro en la guitarra también en su última época; y José del Tomate, el jovencísimo y virtuoso hijo de Tomatito.

Trío

Unos ingredientes sobre el escenario que generaban la expectativa suficiente, y que la sobrepasaron, con una actuación de una gran calidad y belleza, que levantó el vello y al público de sus asientos. Antonio Serrano a la armónica hacía de maestro de ceremonias, en medio de los dos jóvenes guitarristas, con quienes fue generando un diálogo musical de extrema delicadeza.

El bolero Historia de un amor, que popularizara el trío Los Panchos, fue el tema con el que comenzó la actuación, con el sereno y dulce compás marcado por las dos guitarras. Tras la presentación, Antonio Sánchez comenzó un solo por tarantas que rompió nuevamente a un compás de balada para interpretar La alegría de vivir de Ray Heredia.

Armonía y compás, técnica e improvisación. Un auténtico lujo para los sentidos que continuó con una incursión intimista de los tres instrumentistas, donde el sonido del jazz y el flamenco revivió las esencias del estilo que Paco de Lucía encumbró mundialmente con su sexteto, y que llevó el arte andaluz a todos los rincones del planeta.

El trío continuó ya adentrándose en temas más cercanos al homenaje, con el Spain de Chick Corea, que envolvió la noche del parque de su frescura de jazz latino. Acto seguido, a un compás quedo y suave de guitarra de jazz, Antonio Sánchez sorprendió colando los sones de la rumba Entre dos aguas, que llevaron a su tío a la fama mundial. Guiños y más guiños que iban haciendo las delicias del público, que estalló con un cierre inmejorable a través de la reinterpretación de Ziryab, una de las grandes joyas que dejó el genio de La Bajadilla.

Antonio Serrano, curtido en mil batallas junto a Paco, fue un auténtico derroche de musicalidad, mientras que Antonio Sánchez siguió su línea de técnica y virtuosismo que le llevó a estar al lado del genio. Especial buen sabor dejó el joven hijo de Tomatito, de tan sólo 22 años, que demostró una proyección deslumbrante.

Un deleite para los sentidos que sirvió de preámbulo a la entrada en el escenario de Raimundo Amador y su grupo. 60 años de música que sirvieron de argumento para recorrer todo el imaginario musical que creara el guitarrista de las Tres Mil.

Con un escenario lleno de guitarras españolas y eléctricas, el Raimundo de siempre subió al escenario, gitano y rockero, con su pañuelo de lunares y su chupa de cuero. Protagonista en primera persona desde su juventud del devenir musical de Camarón de la Isla y Paco de Lucía, mostró en su presentación, aunque su manera, el significado de su presencia en el homenaje a Paco. Y comenzó con su sonido más auténtico, con un Hoy no estoy pa nadie, que servía de carta de presentación a un concierto en el que iba a repasar su vida artística.

Y así lo hizo con temas legendarios, como el Camarón de Pata Negra. Pero su discurso no fue el de un concierto de sus temas cantables más recordados. Sino que incurrió en todo tipo de versiones, sobre todo en las del jazz más pausado e introspectivo, en la música que más le permite dar rienda suelta al prodigio musical que el más pequeño de los hermanos Amador es capaz de sacarle a la guitarra eléctrica. Un concierto más intimista del esperado, pero que dejó momentos de extraordinaria calidad musical.

Raimundo se dejó llevar por ese camino y dejó en el escenario auténticas perlas. Comenzó versionando a Stevie Wonder, y a partir de ahí fue dejando pinceladas, llevándose a su terreno temazos como el Tutú de Miles Davis o el The shape of my heart de Sting, este último en una versión traducida al español donde la cantaora jerezana Rosario Heredia pudo lucirse aflamencando sus sonidos. Como no podía ser de otra forma, versionó también a B.B. King, con quién tantas veces compartió escenario, rematando la interpretación con los evocadores sones de Canción de amor, de Paco de Lucía.

El flamenco también estuvo presente gracias a la voz de Rosario Heredia, que interpretó un cante por soleá clavado al compás y medido en matices, así como unas bulerías en las que Raimundo terminó soltando la guitarra y soltando su pataíta sobre el escenario. Y todo ello encajado en el compás de la batería de Raimundo Amador Jr.

Una actuación que supo a poco, pero en la que Raimundo Amador supo dejar en la noche del parque el amplio abanico de su universo musical, y que se despidió con una versión de El lago, de Triana, que relumbró en el sonido metálico y gitano de su guitarra eléctrica y en la voz de Rosario Heredia.

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