El alga invasora Rugulopterix Okamurae arruina los caladeros de la provincia de Cádiz

“Esto es un desastre, es trabajar para nada. Es un problema que nadie sabe solucionar”, dice a EFE Javier Arriola, patrón del pesquero “Alba Marina” de Conil de la Frontera, que, tras faenar toda la noche, vuelve a puerto con unas cuatro toneladas del alga invasora que limpiar de sus redes.

“Se nos podría haber hundido hasta el barco”, lamenta.

El alga invasora Rugulopterix Okamurae ha arruinado ya gran parte de los caladeros desde la Bahía de Algeciras a Conil de la Frontera, y sigue extendiéndose sin que, hasta el momento, se haya podido tomar ninguna medida.

“Está en un estado muy activo, puede que cuando empiecen a bajar las temperaturas se suavice”, explica a EFE María Altamirano, presidenta de la Sociedad Española de Ficología y profesora de Botánica y Fisiología Vegetal de la Universidad de Málaga.

Ella fue quien en 2016, cuando le enviaron unas muestras de las arribazones que comenzaron a llegar a Ceuta, la identificó como Rugulopterix Okamurae, un alga parda procedente de Japón, China y Corea y que, fuera del Pacífico, solo se ha detectado en un lago costero de Francia.

En ningún lugar ha tenido el comportamiento invasor que ha desarrollado en el Estrecho de Gibraltar y que, además de a la pesca, amenaza con ser un grave problema para el turismo de playa que sostiene buena parte de la economía de la zona.

La hipótesis que se maneja es que viajó al Estrecho de Gibraltar en las aguas de lastre de algún mercante procedente de Asia y que se arrojaron sin control.

“Dios quiera que me equivoque, yo esto de las aguas de lastre no me lo creo. Para mí que es cosa de las temperaturas del agua. No están como hace veinte años, las aguas están de otra manera”, dice a EFE Leoncio Fernández, pescador de La Línea de la Concepción y presidente de una asociación de pescadores “Bahía de Algeciras”.

Hace unos cinco años los pescadores de esta zona comenzaron a alarmarse. “Advertimos que los barcos de trasmallo nos estábamos quedando sin artes de pesca, pero se lo tomaron a cachondeo”, precisa Fernández.

“Mi barco es el primero que ha tirado la toalla, he dejado de pescar, no se puede salir y traer el barco lleno de hierbas, con 16 o 35 euros de pescado no se puede ir ni a la lonja”, explica este pescador que se ve acuciado por las deudas que le ha provocado el problema.

El alga se ha extendido ya de forma masiva hasta los caladeros de Conil.

“La incidencia es muy fuerte”, señala Nicolás Fernández, gerente de la Organización de Productores Pesqueros Artesanales Lonja de Conil, que alerta de que varios barcos de Barbate con licencia para pescar en Marruecos se han ido a trabajar a la localidad vecina porque aquel caladero está también invadido.

Según explica, más del 70 por ciento de los caladeros de la zona de Conil, están también arruinados por este alga invasora que “en los últimos meses “ha tenido un cambio bastante importante en su agresividad”. Ha sido detectada ya en la costa de Huelva, asegura.

La presencia masiva del alga ha transformado el hábitat para especies que han tenido que desplazarse para sobrevivir.

El pez sable es un ejemplo. Si durante muchos años se capturaban “entre 175 y 200 toneladas” anuales en la zona de Conil, en lo que va de año se han cogido “149 kilos”.

“Esa es la realidad, ahora mismo la reducción del 90 por ciento de esa especie desde Algeciras a Conil”, apunta Nicolás Fernández.

El sector pesquero de la zona ya ha trasladado a Bruselas información sobre el problema, mientras reclama coordinación a las administraciones central, autonómica y municipal para afrontar la batalla.

El Ministerio de Transición Ecológica ha anunciado que ya se han iniciado los trámites para incluir la especie en el Catálogo de especies exóticas invasoras por la vía de urgencia, un paso que se considera fundamental para que se puedan activar protocolos que impidan la expansión del alga.

Y además ha anunciado la creación un grupo técnico con representación de todas las administraciones autonómicas afectadas -Andalucía y las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla- para planificar con carácter urgente medidas.

“Conocer muy bien la especie es la primera herramienta”, asegura María Altamirano, que cree que, a la espera de un protocolo, desde ya se deberían poner en práctica “pequeñas acciones” que pueden ayudar, como evitar que los pescadores devuelvan al mar las toneladas de algas que pescan con sus redes y que los pescadores locales ya han bautizado, en broma, como “alijos”.

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