Dejemos enseñar a los maestros. Por Ángel Luis Jiménez.

Más de 120.000 docentes perdieron su empleo en el séptimo mes del año. A estos hay que sumar los 49.200 que lo hicieron en junio. En total, las administraciones y los centros privados y concertados se han deshecho de casi 170.000 docentes en apenas 60 días.

El despido de docentes en los meses anteriores a las vacaciones es habitual en el sector privado, pero también en algunas administraciones que se apoyan en el RD de racionalización del gasto público de 2012.

Hasta 2011, la norma general es que los profesores que fuesen contratados a principio del curso siguiesen manteniendo su empleo hasta el inicio del siguiente curso, es decir, hasta el 31 de agosto en colegios e institutos y el 14 de septiembre, en el caso de enseñanzas medias.

El sindicato Unión General de Trabajadores (UGT) destaca que de esa forma los interinos seguían cobrando en julio y agosto y, de paso, asumían los exámenes de recuperación de septiembre. Los despidos de interinos durante los meses de junio y julio han sido un asunto recurrente en los tribunales, con sentencias contradictorias.

Ahora el Tribunal Supremo (TS) ha dictado una nueva sentencia que declara procedente el despido en los meses de verano de profesores interinos contratados en septiembre en centros no universitarios, rectificando así la doctrina de 2018 cuando declaró que este procedimiento era nulo.

El fallo anterior del TS coincidía con la tesis mantenida por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE), que avalaba que estos profesores no podían ser cesados al finalizar el periodo lectivo ya que lo consideraba un “trato desfavorable” con respecto a los funcionarios que tienen una plaza fija.

Pero la doctrina del TS se cambia, y a otra cosa, que estamos hablando de los maestros que están siempre de vacaciones (léase con la mayor de las ironías). Ni que estuviéramos en Francia donde aún se practica un culto al docente que no podemos dejar de envidiar. Cuantas novelas y películas hay en el cine francés que tienen a algún profesor o profesora como figura protagonista.

Sin embargo, en España, salvo honrosas o hermosas excepciones, apenas hemos logrado pasar de la figura necesaria pero insuficiente del maestro republicano, de la película “La Lengua de las mariposas”, que trata de un profesor de avanzada edad, que imparte clases en un pueblo de Galicia. Un hombre con ideales republicanos y laico, que termina fusilado En este país, necesitamos ya visibilizar, dignificar e incluso mitologizar la figura del docente.

Porque no se trata de construir una mística de la educación para que otros la conviertan en el sueldo emocional que compense el martirio de la infrafinanciación. Se trata de dinero, de pasta, de parné. Esto es, de menos precariedad entre los profesores, de menos alumnos por clase, de menos burocracia absurda, de menos purpurina pedagógica y de una educación verdaderamente científica y humanista que tenga como objetivo principal la libertad, porque, como decía Rabelais, “ciencia sin conciencia es ruina del alma”.

La cuestión es sencilla. ¿Queremos que nuestros hijos posean las armas intelectuales y morales necesarias para ser todo lo libres y, por lo tanto, todo lo felices que un ser humano puede llegar a ser? ¿Queremos que el día en que algunos de nuestros hijos caigan en los muchos infiernos que la vida les tiene reservados, sus profesores los guíen y reconforten a través de la educación que les hayan podido dar? Pues démosles su paga a Quirón y su óbolo a Caronte.

Porque como dice el filósofo y profesor Castany: “Esto es, dinero y reconocimiento. Porque, de otro modo, se los repartirán los demonios del nihilismo y el totalitarismo, que total-son-lo-mismo. Montémonos, pues, la película, dotémosla de presupuesto, y dejemos que los maestros hagan su obra maestra”.

Un comentario

  1. Los que no dejan enseñar , son los Bajunos de la familia. Hay que mandarlos a Vallecas , como a echo Ayuso , la Virgen Genocida.

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