Hablemos de economía

Pues bien, al escuchar el discurso de investidura de Juan Manuel Moreno Bonilla diciendo “el cambio tiene que ser real” y hablando de su programa reformista para Andalucía, en el que solo concretó la bajada de impuestos, me acorde de esta frase.  Porque no detalló cuales eran sus medidas, sobre todo, en los grandes problemas de Andalucía: empleo, sanidad y educación. Y aún fue menos preciso en otras materias estratégicas para el futuro de Andalucía.

Pero, como he dicho, ha concretado la bajada de impuestos, pues ha acordado con Vox como quinta medida, un auténtico dislate neoliberal en materia económica, “Impulsar una reforma fiscal que contemple la bonificación al 99% del impuesto de sucesiones y donaciones; la bajada del tramo autonómico del impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF) y del tramo autonómico del impuesto sobre el patrimonio, equiparándolos a los tipos de la escala nacional, y revertir la subida del impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados”.

Abordar para Andalucía una reforma fiscal en estos términos implica olvidar cuáles son los verdaderos problemas impositivos: la insuficiencia del sistema para atender las necesidades públicas de los ciudadanos, su regresividad (un sistema tributario resulta progresivo cuando, siendo iguales las demás circunstancias, las personas con rentas más elevadas contribuyen en mayor proporción que las personas con menos rentas) y la ausencia de nuevas realidades (por ejemplo, el cambio climático y los gravámenes ambientales). Una propuesta como la que ha acordado Vox y PP, con el silencio de Cs, desprestigia la idea de reforma fiscal.

La propuesta que hacen Vox y el PP incide en una corriente que desde los años ochenta del siglo pasado ha reducido la capacidad fiscal y redistributiva del Estado: primero se bajan los tipos del impuesto sobre la renta y demás impuestos directos; después se desplaza la carga tributaria desde los impuestos del capital hacia los impuestos del trabajo; por último, se reduce o incluso se elimina la imposición patrimonial y el impuesto de sucesiones. Como las necesidades públicas siguen existiendo, se sustituye parte de los impuestos (que se pagan según la capacidad de cada uno, y no se devuelven) por deuda pública (que pagan todos los ciudadanos y hay que devolver, con intereses, a quien presta el dinero: los Bancos). Negocio para los Bancos. Y el empresariado encantado.

Además, conviene recordar que esta reforma no beneficia a todo el mundo por igual, en ella hay ganadores y perdedores. Pues si se eliminan o se bajan los impuestos a unas capas sociales, otras tendrán que pagarlos, so pena de reducir las partidas propias del Estado de bienestar: Sanidad, educación y otras coberturas sociales. Los impuestos son un buen indicador del estado de la democracia. La calidad de la misma aumenta en la medida en que los ciudadanos sean más iguales. La presencia de un sistema tributario progresivo que ayude a reducir las desigualdades de renta y de riqueza puede verse como un instrumento que contribuye a mejorar la calidad democrática, y también como reflejo de la misma.

Así que, habrá cambio de época en Andalucía, pero beneficiará especialmente a los de arriba en vez de a los de abajo. Y esto será posible porque la llamada izquierda, socialistas y podemitas, no han sido capaz de reaccionar a esta nueva situación del gobierno tripartito de la derecha (PP, Cs y Vox) en Andalucía. A partir de hoy nos espera un Gobierno del cambio, pero sin recambio. Y una legislatura de lo más inestable, lo que no es nada bueno ni para Andalucía ni para España.

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