La patria chica. Por. Ángel Luis Jiménez.

Cuantas veces he oído frases célebres sobre la patria como “mi patria es mi infancia”, “mi patria es mi lengua”, “mi patria es la libertad”, etcétera, y sin embargo para mí la patria es el lugar donde se nace o se vive, la patria chica.

Buscando un libro que tenga casi todas las respuestas, me voy al Quijote de Cervantes, donde en el antepenúltimo capítulo de la novela, Don Quijote y Sancho vuelven por fin a casa y, al subir una cuesta, vislumbran su villorrio; entonces el escudero cae de rodillas y, desarbolado de emoción, exclama: “Abre los ojos, deseada patria, y mira que vuelve a ti Sancho Panza tu hijo…”. Eso era la patria para Cervantes: un lugar minúsculo, abarcable y deseable donde a uno le aguardan su familia, sus amigos y sus recuerdos; no se trata de una patria imponente, solemne, política y belicosa, sino de una patria pequeña, humilde y personal, casi sentimental.

Siglo y medio después de Cervantes, más o menos cuando Johnson lanzaba su dicterio antipatriótico: “El patriotismo es el refugio de los canallas”, refiriéndose a quienes consideraba falsos patriotas, Voltaire proponía una idea muy semejante a la de Cervantes en el Quijote. En su Diccionario filosófico afirma que la patria es un pueblo o ciudad por la que uno siente afecto; y añade: “Cuanto más grande llega a ser la patria, menos la amamos, porque el amor dividido se debilita. Es imposible amar tiernamente a una familia muy numerosa que apenas conocemos”.

Esa es la patria de Cervantes y de Voltaire: no la patria épica, abstracta, aguerrida, invasiva y nacional de los himnos y discursos, sino la patria íntima, palpable e inerme a la que alude la palabra alemana “heimat”, que significa hogar, además de patria, y que quizá habría que traducir como “patria chica”; esa es la patria que, me parece, todavía cabe vindicar: la patria de Cervantes y Voltaire, la de Don Quijote y Sancho. Esa es mi patria, la patria chica.

La patria chica es el lugar, pueblo, ciudad o comarca donde se ha nacido, en mi caso: el Campo de Gibraltar, en contraposición a la patria (o patria grande), referida al concepto de Estado nacional. A esas tierras donde uno ha nacido nos solemos sentir muy unidos por costumbres -folklore, gastronomía, acento, etc.- y principalmente por vínculos familiares. Yo no siento nostalgia de la grande. He aprendido que lo que llaman patria, incluso lo que llamamos patria chica es donde nadie me moleste, donde nadie quiera saber quién soy, lo que hago o de dónde vengo, porque toda ella me hace feliz y libre. Ésa es mi patria chica.

El escritor Javier Cerca dice que las palabras no tienen amo, pero el poder busca adueñarse de ellas con el fin de usarlas para sus propósitos, a menudo distorsionándolas o corrompiéndolas. Por la cuenta que nos trae, nuestra obligación consiste en resistirnos a esa tropelía cotidiana, universal. Quien domina el lenguaje domina la realidad. Por eso, tal vez la única patria auténtica sea la de patria chica.

 

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Noticias de hoy

Lo más leído