Paisaje después de la batalla (Análisis del 28 de Abril). Por: Ángel Luis Jiménez

 

El perdedor claro por el flanco derecha es Pablo Casado, así que para el PP vienen ahora tiempos convulsos y Casado pagará haber estado toda la campaña tan pendiente de la patria y la bandera que se olvidó del pan y de los españoles.  Pero el problema grave lo tienen porque a partir de ahora se abre una disputa en el espectro de la derecha para ver quién se queda con el espacio. Y de los tres, solo pueden quedar dos.

Vox no ha podido penetrar en las clases populares que han demostrado tener memoria histórica y han optado por otras opciones, pero aunque consiguió grupo parlamentario no le servirá para influir en la política española como esperaba Abascal y sus financiadores. Solo les queda el ruido, la furia y el hostigamiento al Gobierno. Nada. Qué lección le hemos dado a Europa, donde los populismos están escalando cada día más poder político.

La batalla por el espectro progresista y transversal la ha perdido estrepitosamente Unidas Podemos: de 5,2 millos de votos y el 20 % de los votos en 2015 sin IU, ha pasado a 3,7 millones y el 14,31% con una mayor participación e IU.  Un desastre sin paliativos. Ha pasado de 71 escaños a 42 lo que supone una pérdida de un 40% de los escaños. Podemos ha quedado relegado a una fuerza con poca capacidad de influencia real puesto que Sánchez puede gobernar en solitario o dando solo concesiones pequeñas a Podemos y, si realmente hace cambios, capitalizándolos él en solitario.

Rivera de Ciudadanos no se cansó de repetir en la campaña que “jamás” pactaría con el PSOE negándole el pan y la sal. No se puede actuar peor. Ahora están arrepentidos. La victoria del PSOE, insuficiente, solo pudo coger por sorpresa a los ilusos. Estaba en el ambiente y en las encuestas. Porque Sánchez había comprendido que este era el momento de pagar la enorme deuda social generada por la crisis, y con un discurso transversal que había abandonado Podemos obtuvo una clara victoria con casi el doble de escaños que el PP.

Lo que sí ha quedado muy claro, por lo menos para mí, es que la España cristalizada tras las elecciones del 28-A, se ha convertido en un país que desconfía de los extremos y que rechaza el populismo para derrotar al nacionalismo. Ojalá, en verdad, sea así.

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