¿De quién es la calle? Por: Ángel Luis Jiménez

 

Los vecinos del barrio de Gamonal en Burgos han dicho que no van a dejar sus calles en manos de especuladores y corruptos, en un proyecto de bulevar que les deja sin aparcamiento, además de no ser prioritario y tener un coste excesivo. Lo mismo está ocurriendo en otros barrios y pueblos de España, donde los vecinos se encierran en un ambulatorio para que no lo cierren o disminuyan sus plantillas, exigen colectores para solucionar inundaciones, bloquean  derribos innecesarios, paralizan desahucios crueles, abuchean a alcalde de visita en sus barrios abandonados, salvan una fiesta popular o se reapropian de instalaciones abandonadas o pisos vacíos.

 

La violencia nunca es gratuita, ni tampoco surge de la nada dice Noam Chomsky. En Burgos la gota ha colmado el vaso y se ha desbordado cuando menos se esperaba. Esto prueba que la temperatura de la calle está al rojo vivo. Los políticos con su despiste general creen que hay zonas donde no pasa nada, zonas calmadas y enfriadas, pero cuidado con tirar cerillas porque hay muchos charcos de gasolina. Y no es una metáfora. Lo de Gamonal demuestra otra vez que la gente no está para bromas, que está a la que salta, que ya no pasa una… en sus calles.

 

El episodio del barrio de Gamonal y otros recientes demuestran que la gente existe y hay que contar con ella. Aunque la resistencia ciudadana se haya replegado, sigue en sus barrios, en sus calles, en sus casas dispuesta a defender con uña y diente lo suyo, lo poco que le están dejando. Tal vez no tenga fuerza suficiente contra la privatización sanitaria, los recortes sociales o la ley del aborto y tienen que esperar a las urnas, pero por sus calles no pasaran. Existe un rearme en el movimiento vecinal y surgen por todas partes las asambleas de barrio, continuadoras algunas del 15-M, que no está desaparecido sino que dejó la Puerta del Sol para irse a los barrios.

 

En esa lucha de la calle contra Lacalle -apellido de su alcalde- el pueblo de Burgos ha gritado libertad y ha exigido sus derechos. Una ciudad aparentemente muy conservadora y católica donde nadie y menos el PP podía imaginar que surgiera un estallido así. Pero olvidaron algo fundamental, que ahora existen internet y las redes sociales donde la información no se puede manipular y controlar como antes. En Burgos como en otras ciudades y pueblos de España los ciudadanos están tomando conciencia de su fuerza. Y saben que no tienen muchos medios para combatir las armas de destrucción masiva que les lanzan alcaldes y ministros, pero tienen claro que si quieren ocupar las calles tendrán que conquistarlas casa por casa. 

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